Valor compartido para catalizar la transformación del Perú

24-12-2021
Dane Smith (foto), Carolina García y Maria Marta Habich

Aunque la pandemia ha golpeado a todos los países del mundo, para el Perú las repercusiones en salud y en la situación socioeconómica han sido realmente severas. Por desgracia, con más de 200,000 muertes, hoy en día el Perú es el país que registra mayor número de fallecimientos por COVID-19 por cada cien mil habitantes y es el sexto país con más muertes en términos absolutos a nivel global.  En cuanto a los efectos socioeconómicos, en el 2020 después de 22 años consecutivos de crecimiento, la economía peruana se desplomó un 11%, la peor caída en 30 años y por encima de los decrecimientos de Chile (-6%), Colombia (-7%), y México (-8%), otros países de la región.
 
Esto a su vez se tradujo en que más de 45,000 empresas dejaran de operar, más de 2.2 millones de puestos de trabajo desaparecieran, y la pobreza se incrementara 9.9 puntos porcentuales llegando a afectar al 30% de la población. Por lo anterior, no sorprende que, según una encuesta revelada por IPSOS este año, la principal preocupación de los peruanos es la crisis económica y sanitaria del COVID-19, seguida por la corrupción, el crimen y la violencia, el desempleo, y la educación.
 
Cabe aclarar que, aunque antes de la crisis del COVID-19, el Perú ya contaba con claros retos sociales, económicos y ambientales, sin duda la pandemia los agudizó. Según la Encuesta Nacional de Hogares del 2019, el 12% de los hogares de bajos ingresos vivían en viviendas hacinadas. De manera similar, más del 70% de la población peruana vivía de la economía informal. Y en temas ambientales la pérdida del bosque amazónico seguía en aumento con más de 160,000 hectáreas deforestadas en el 2019. Condiciones preexistentes sumadas a factores de desigualdad entre los que destacan el nivel de educación, el acceso a un empleo formal, la posibilidad de conectarse a internet y el género han definido en gran medida las razones por las cuales las personas más vulnerables están soportando de forma desproporcionada los efectos de esta crisis.
 
Con este desafiante contexto, hoy en día hay una preocupación generalizada por la reactivación del país. Múltiples actores confirman que se requiere cerrar las brechas socioeconómicas en la sociedad, a través de una genuina colaboración entre el gobierno, las empresas, las organizaciones del tercer sector y la sociedad misma. Debido a la inestabilidad política, el sector privado tiene el llamado a tomar un rol protagónico en este proceso de recuperación. No solo desde la visión tradicional, en donde a través de las operaciones de las empresas se genere empleo, se compren insumos, se realicen inversiones, se paguen impuestos, etc. sino desde una visión de valor compartido.
 
El valor compartido se enfoca en las conexiones entre el progreso económico y el de la sociedad. Es por eso que no solo tiene el poder de catalizar la recuperación del Perú, sino de potenciar su próxima era de crecimiento sostenido. De acuerdo con Michael Porter y Mark Kramer—creadores del concepto y cofundadores de FSG, consultora internacional*—el valor compartido puede ser definido como “las políticas y las prácticas operacionales que mejoran la competitividad de una empresa a la vez que ayudan a mejorar las condiciones económicas y sociales en las comunidades donde opera’’. Empresas que implementan valor compartido como parte de su estrategia central de negocios no solo abordan problemas críticos de la sociedad, sino que al hacerlo incrementan sus utilidades.
 
El concepto de valor compartido puede llegar a parecer nuevo en el contexto peruano, pero no es así. Hace poco, se dio a conocer la primera edición de la lista “Empresas que transforman el Perú”, un reconocimiento a 21 compañías que están creando valor económico para sus negocios al solucionar problemas sociales y ambientales del país, es decir están implementando valor compartido. Algunos de los retos que estas compañías están trabajando incluyen el acceso limitado a servicios públicos, la baja calidad de la educación, la degradación del medioambiente y por supuesto la recesión económica, entre otros.
 
En el caso de las empresas mejorando el acceso a los servicios básicos, se reconocieron a Enel y Cerro Verde. Enel con su iniciativa “Energía para Crecer”, ha electrificado 12,000 familias en la periferia de Lima que en los peores casos no tenían acceso a energía o pagaban en promedio 70 soles mensuales por energía informal, casi el triple de lo que actualmente pagan a través del servicio de Enel. Para la empresa, esta iniciativa reduce las pérdidas de energía por conexiones informales, e incrementa los ingresos no solo por mayor consumo eléctrico de los nuevos clientes, sino también por los créditos de consumo que también ofrecen a través de la factura de energía. Con la iniciativa de Cerro Verde, “El Círculo Virtuoso del Agua”, la minera cofinanció un sistema de represas con planta de tratamiento que garantiza el suministro de agua potable a más de 350,000 personas y 3,000 agricultores en Arequipa, y que a su vez asegura la provisión de agua para las operaciones de la mina.
 
Considerando la necesidad de mejorar la calidad de la educación en el Perú, se destacó la labor de Innova Schools, una red de colegios privados enfocada en la clase media. Los estudiantes de Innova Schools reportan puntajes más altos en pruebas de matemáticas y de comprensión de lectura gracias a una metodología educativa más colaborativa. Las ganancias de este modelo se han reinvertido para escalarlo en otros países de la región con retos similares. A la fecha, esta empresa tiene 63 colegios a nivel nacional, 4 en México y uno en Colombia.
 
En cuanto a empresas apoyando la protección del medio ambiente, se distinguieron varias que lo hacen desde las zonas rurales, pero también en las ciudades. Un ejemplo es el Grupo AJE que ha reducido la deforestación de la Amazonía mediante la capacitación en técnicas de recolección amigable de frutos amazónicos a las comunidades locales y la compra a precios pactados. Esto garantiza la calidad y suministro sostenible de materia prima para las bebidas de su línea de productos “BIO Amayu” e ingresos más estables para las familias. Por su parte, Lima Compost ha reducido la contaminación de los residuos orgánicos, que corresponden al 60% de los residuos domésticos de Lima Metropolitana, transformándolos en compost y evitando que acaben en los vertederos.
 
Con respecto a la reactivación económica, se reconocieron varias iniciativas enfocadas a apoyar a los bodegueros, quienes se vieron gravemente afectados con la pandemia. Tanto en el caso de la iniciativa de CBC Peruana, “Mi tienda Segura”, como la de Lindley “Escuela de Negocios Coca-Cola”, miles de bodegueros han recibido formación gratuita para aumentar la sostenibilidad de sus negocios. Algunos de los temas de las capacitaciones son la bioseguridad, la creación de nuevos canales de venta, los métodos de pago sin contacto y la gestión empresarial. Al mejorar las capacidades de estos empresarios para ajustarse a los hábitos y al consumo de las personas en la nueva realidad, los bodegueros han aumentado hasta 20% sus ingresos en comparación con los que no participaron en estas capacitaciones. De manera similar, las dos compañías lograron aumentar significativamente las ventas de sus productos en estas tiendas.
 
Estos ejemplos confirman que el valor compartido no solo crea “rentabilidad social,” sino que también genera un claro y cuantificable valor al negocio. Estas compañías, parte de la lista “Empresas que transforman el Perú”, están actuando con una visión de valor compartido.  Su principal objetivo no es solo generar buena reputación o mejorar las relaciones con diferentes actores, sino efectivamente crear valor para la sociedad y a partir de éste mejorar la competitividad de la empresa. Estas iniciativas están atadas a la visión del negocio, hacen parte de su estrategia corporativa y por ende no se ven como costos adicionales para la empresa sino como inversiones con claros rendimientos financieros que permiten su escalabilidad y existencia en el largo plazo.
 
Las iniciativas reconocidas en la lista “Empresas que Transforman el Perú”, son una fuente de inspiración y de esperanza para que más empresarios reflexionen sobre los agudos retos sociales en el Perú y las grandes desigualdades exacerbadas por la pandemia, y tomen acción. El valor compartido requiere una nueva mentalidad de los líderes empresariales, un cambio de paradigma. Como lo dijeron Michael Porter y Mark Kramer en su artículo “Creando Valor Compartido” (Harvard Business Review, 2011), que hoy más que nunca está vigente en el contexto peruano y global, “las empresas que actúan como empresas, no como donantes caritativos, son la fuerza más poderosa para abordar los apremiantes problemas que enfrentamos… las necesidades de la sociedad son grandes y crecientes, mientras que los clientes, empleados y una nueva generación de jóvenes están pidiendo que las empresas den el primer paso para abordarlas”.
 
Esta es una invitación para que todos los empresarios peruanos pongan en el centro de sus estrategias los retos sociales y ambientales del país. Es una invitación para que usen sus recursos, su experiencia, y su visión para crear un futuro más sostenible y equitativo para el país. Es una invitación para transformar el Perú desde el valor compartido.
  
*FSG fue la organización encargada de evaluar las nominaciones recibidas y seleccionar a las “Empresas que Transforman el Perú”.

Este artículo forma parte del Dosier Corresponsables: Empresas que transforman el Perú